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La rica jeringa peruana (I)

Sobre el origen de nuestra lengua secreta

Publicado: 2015-07-31

La “jerga” peruana es uno de los aspectos más populares y resaltantes del lenguaje peruano. A lo largo de todas las regiones y grupos sociales del Perú, el uso de la jerga es uno de los aspectos más íntimos y característicos de un peruano, nuestra lengua secreta, nuestro “shiboleth”, la manera como se reconoce, lingüísticamente hablando, que un peruano es un peruano. En ese mismo sentido, la jerga suele ser uno de los aspectos que los extranjeros que visitan o viven en el Perú más notan y codician, al punto que, cuando ya “manejan sus jergas”, ya se sienten más peruanos: ya los sentimos más peruanos. 

¿Pero qué es la “jerga”?

Los nombres por los que se conoce a la jerga son diversos, a lo largo de los países, los usos y los idiomas: “jerga”, “jeringa”, “jerigonza”, “germanía”, “argot”, “slang”, “caló”, “ladino”; el famoso “lunfardo” argentino, en origen una forma de jerga, ha conseguido casi la categoría de idioma. En el Perú, es común que se use el término también en plural, denominando “jergas” a los términos de jerga, lo cual seguramente levantaría las cejas de más de un purista. Pero, en fin, este no es un artículo purista.

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La mayoría de diccionarios y tratados al respecto suelen emplear el término “jerga” en dos sentidos principales: a) el hablar de los delincuentes, que buscan, mediante el uso de la jerga, el secretismo de sus ilícitas actividades; y b) el hablar de los profesionales o gremios especializados, que a veces también buscan el secretismo de sus lícitas pero un tanto esotéricas actividades. Hay que matizar esto, sin embargo, diciendo que en el uso corriente actual peruano, la jerga ya no está limitada (si es que alguna vez lo estuvo) solo a los delincuentes y a los especialistas, sino que es un fenómeno prácticamente universal.

La jerga, sin embargo, no es un idioma de uso permanente e indiscriminado. Quien maneja la jerga, maneja también los otros sub-códigos de la lengua común, códigos más estándares, por así decirlo. La jerga, por otro lado, nunca pierde del todo su carácter de lengua especializada y secreta, y por ello es importante tener en cuenta que siempre tiene su momento y su lugar apropiados. Violar esa normativa no escrita puede, de hecho, ocasionarle graciosos inconvenientes al novato (como a veces descubren los extranjeros que cometen el desaguisado de querer peruanizarse demasiado rápido fuera de lugar y contexto).

Siguiendo estas ideas, podemos definir la jerga como el uso de una forma especializada de la lengua común que cumple con al menos dos características: 1) es adecuada a una situación específica (tiempo y lugar); y 2) marca la pertenencia del hablante a un grupo social específico (edad, ocupación, educación, clase social, etc.). Para decirlo de una manera más explícita: la jerga es una marca lingüística que sirve para señalar que un individuo pertenece a un cierto grupo social (los peruanos, por ejemplo), y no pertenece a otros.

La jerga peruana

Un concepto que debe deslindarse en este punto es el de “peruanismo”, es decir, palabras propias solo del Perú u originarias del Perú (el término suele usarse en ambos sentidos). No trataré términos como cancha, llama, chacra o choclo, que, aunque son de origen peruano, no se consideran jerga. Siendo el tema tan amplio como he esbozado aquí, me voy a centrar especialmente en la conformación de la jerga peruana, que ofrece patrones históricos y morfológicos muy interesantes, que desglosaré a continuación.

Suele pensarse que la jerga es nueva, pero no necesariamente es así. Muchas de las “jergas” peruanas son en realidad muy antiguas, y ni siquiera son propiamente peruanas, sino que pertenecen al bagaje común del español: es el caso de pendejo (del latín pectiniculus ‘pelo del pubis’), que en el Perú tiene el sentido de ‘astuto’, aunque suele tener el sentido opuesto en el resto del mundo hispano (me abstendré de comentarios sobre esto). Otro tanto puede decirse de su opuesto cojudo (derivado del latín coleus ‘testículo’) ‘torpe, bobo’ (o sea lo que los demás hispanohablantes llaman pendejo). Son también antiguos cabro/chivo ‘homosexual’ y chibolo ‘niño, joven’, que provienen del nombre del macho cabrío, que era una metáfora común para ‘niño, joven’ en español antiguo.

El caso de cachar es interesante: podría ser un antiguo préstamo inglés (to catch ‘agarrar’) (1), pero en el Perú ha adquirido el sentido de ‘tener sexo’, en remplazo del más antiguo coger, que se considera “mala palabra” en la mayoría de América, pero no tanto en el Perú. Palabras como gringo ‘extranjero, blanco’ (tal vez del latín Graecus ‘griego, que no sabe latín’); choro ‘ladrón’ (del sánscrito chaura ‘ladrón’, que entró en el español a través del gitano); o taba ‘zapato’ (tal vez del árabe tâb ‘abalorio, ficha de un juego’); etc., son en realidad, palabras de vieja prosapia castellana, que por su carácter desdeñoso o informal hoy son considerados jerga.

Préstamos

Una fuente muy amplia de jerga es el préstamo desde otros idiomas. Abundan los préstamos del inglés de toda época: chompa (<jumper) 'suéter' (aunque esto podría considerarse más bien un peruanismo ya que es la palabra normal para la prenda); guachimán (<watchman) ‘vigilante’; faite (<fighter) ‘hombre bravo’; luquear (<to look) ‘observar’; aguaitar (¿<to wait?) ‘observar, esperar’. Más recientes son bróder ‘amigo, hermano’ (<brother) y bisnes (<business) ‘negocio, asunto’, entre otros. Viene probablemente del italiano el usadísimo término manyar (¿<mangiare?) ‘ver, conocer’, tal vez por vía argentina. Del chino vienen chifa (del cantonés 饎飯 ci faan, literalmente ‘comer arroz’), chaufa (cantonés 炒饭 caau faan ‘arroz frito’) y tal vez taypá ‘lleno’, aunque la etimología de esta última se me escapa (se aceptan sugerencias).

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Como no podía ser de otra manera, los términos de origen quechua son legión entre la jerga peruana: chingana (<chinkana ‘lugar de perdición') ‘establecimiento de mala reputación’; huacha (<wacha ‘parto, nacimiento’) ‘tiro de fútbol entre las piernas’; piña (<phiña ‘molesto’) ‘alguien con mala suerte’; yapa (<yapa ‘aumento’) ‘cantidad extra de cualquier servicio’; pichanga (quechua central pichanqa ‘momento de barrer’) ‘partido de fútbol improvisado’. Muy sonoro es el caso de pacharaca (pacha raka ‘vagina en la tierra, vagina echada’) que significa ‘mujer de costumbres ligeras’, aunque ahora también existe el adjetivo pacharaco ‘de mal gusto’. No faltan los casos dudosos, como la palabra ruca, sinónima de la anterior, que yo creo, proviene del quechua ruku ‘viejo’, aunque el proceso de cambio semántico aún se me escapa. Y esto es solo un pequeño muestrario.

De la antigua lengua mochica del norte peruano vienen probablemente dos términos que no quiero dejar de mencionar: cholo (<tyolu ‘muchacho’) ‘joven, mestizo’; y poto (<poto ‘fondo’) ‘trasero’, aunque se han mencionado etimologías alternativas para la primera.

Se me acaba el espacio, pero me queda aún mucho material y muchos procesos formativos de jerga peruana más modernos que dejaré para una próxima publicación.

¡Felices fiestas patrias (algo atrasadas)!


Nota

(1) Se ha señalado un posible origen en el americanismo cacho ‘cuerno’, pero como el origen de esta palabra también es oscuro, estamos ante un posible argumento circular.


Escrito por

Pablo H. Carreño

Lingüista, escritor, traductor, reportero cultural


Publicado en

Epeolatría

Amor por las palabras: lingüística, historia, arte, política